La
Predicación Impresionista
David Helm
Alrededor de 1850, el estilo
artístico dominante del momento era el realismo. Fue un movimiento que
pretendía representar —lo más fielmente posible— lo que el artista había visto.
Claude Monet y Pierre-August Renoir fueron dos jóvenes estudiantes entrenados
en el realismo. Se habían hecho amigos y comenzaron a pintar juntos. Esta
generación más joven tendía a usar colores más brillantes que los usados por
sus instructores realistas, y favorecía obras de la vida contemporánea sobre
escenas históricas o mitológicas, dejando también atrás conscientemente el
romanticismo de las generaciones anteriores.
En 1873,
Monet, Renoir, y varios otros formaron una cooperativa anónima de artistas para
mostrar su trabajo de forma independiente. La primera exhibición pública de
este nuevo grupo se produjo en abril de 1874 en París. Los estilos habían
cambiado. Renoir había empezado a experimentar alterando la realidad de lo que
veía (un alejamiento distinto del realismo). Monet había empezado a pintar con
pinceladas más sueltas. Esto daba una forma general de lo que veía en lugar de
una imagen precisa, lo cual era todavía la preferencia de la generación
anterior. Por ejemplo, su Impresión, sol naciente captura el
puerto de Le Havre a la salida del sol. Reconociendo que no era una vista
realista del puerto, agregó la palabra “impresión” al título cuando se le
preguntó por el nombre de la obra. Este título fue utilizado después por un
crítico para ridiculizar a estos artistas, llamándolos los “impresionistas”.
El método
impresionista toma lo que el ojo ve y lo interpreta, lo exagera, ignora algunas
partes, y al final lo distorsiona.
Ahora,
piensa en lo que haces cuando te sientas a preparar un sermón. Abres tu Biblia.
No tienes mucho tiempo. Es probable que tengas una reunión o dos esta noche. Es
posible que tengas que guiar a alguna familia o a alguien del personal.
Ciertamente tienes las manos llenas de trabajo pastoral. Sin embargo, tienes
que decir algo el domingo. Así que empiezas a leer tu texto y a anotar cosas en
tu ordenador, al igual que un artista interactúa con un lienzo; trazando conexiones
rápidas, llenas de color entre la Palabra y lo que sabes del mundo.
Buscas
cosas que sabes que tendrán una impresión inmediata sobre tus oyentes. Empiezas
a disfrutar de esta diversión momentánea. No es un trabajo difícil. Pronto
surge una idea principal. Contextualizas bien, ya que, al igual que tu
congregación del domingo, no te apasionan mucho las cosas históricas. De hecho,
tienes este trabajo, en parte, porque fueron impresionados por lo bien que
produces mensajes que llaman la
atención, desde el antiguo realismo
de las escenas bíblicas, que de otra manera serían inaccesibles. Un estudio detallado
del texto puede esperar.
El mensaje
de esta semana —al igual que el de la semana pasada— se concentrará en las
impresiones relevantes que saques del pasaje. Las aplicaciones parecen emerger
como rayos de luz para que puedas esparcirlos sobre la congregación a todo
color.
Esta es la
predicación impresionista.
Sucede a
menudo. De hecho, puede ser el problema más importante que enfrentan los
predicadores hoy. La predicación impresionista no es controlada por la realidad
del texto. Ignora los contornos históricos, literarios y teológicos del texto.
Pasa rozando —en cuestión de minutos— muchas de las herramientas exegéticas que
requieren tiempo. Mientras que el pintor realista podría mirar a su objeto diez
veces antes de dar una pincelada, el impresionista mira su texto una vez y da diez
pinceladas en el lienzo de la experiencia humana. Así es, también, el predicador impresionista.
No hay duda
de que la predicación impresionista es más fácil y rápida. Tiene más sentido,
dada tu apretada agenda. Pero necesitas saber que, al final, estás haciendo lo
que te da la gana con el texto.
Necesitamos recordar la convicción que controló a Charles Simeon en el estudio: sacar de la Escritura lo que está allí. Es fácil dejar que un enfoque impresionista domine tu estudio y preparación para la predicación. Especialmente, si eres intrínsecamente cool —a la moda—, o estás intentando serlo, este enfoque puede convertirse en la cocaína que esnifas en privado. Y si has tenido un poco de éxito así, puede que empieces a creer que eres un expositor. Pero la exposición bíblica requiere un enfoque diferente en el estudio.
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David Helm, La Predicación Expositiva (2014), Pág.
19-27, 9Marks. -
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