sábado, 22 de agosto de 2020

La Predicación Impresionista por David Helm (La Predicación Expositiva)

 

La Predicación Impresionista

David Helm

 

Alrededor de 1850, el estilo artístico dominante del momento era el realismo. Fue un movimiento que pretendía representar —lo más fielmente posible— lo que el artista había visto. Claude Monet y Pierre-August Renoir fueron dos jóvenes estudiantes entrenados en el realismo. Se habían hecho amigos y comenzaron a pintar juntos. Esta generación más joven tendía a usar colores más brillantes que los usados por sus instructores realistas, y favorecía obras de la vida contemporánea sobre escenas históricas o mitológicas, dejando también atrás conscientemente el romanticismo de las generaciones anteriores.

En 1873, Monet, Renoir, y varios otros formaron una cooperativa anónima de artistas para mostrar su trabajo de forma independiente. La primera exhibición pública de este nuevo grupo se produjo en abril de 1874 en París. Los estilos habían cambiado. Renoir había empezado a experimentar alterando la realidad de lo que veía (un alejamiento distinto del realismo). Monet había empezado a pintar con pinceladas más sueltas. Esto daba una forma general de lo que veía en lugar de una imagen precisa, lo cual era todavía la preferencia de la generación anterior. Por ejemplo, su Impresión, sol naciente captura el puerto de Le Havre a la salida del sol. Reconociendo que no era una vista realista del puerto, agregó la palabra “impresión” al título cuando se le preguntó por el nombre de la obra. Este título fue utilizado después por un crítico para ridiculizar a estos artistas, llamándolos los “impresionistas”.

El método impresionista toma lo que el ojo ve y lo interpreta, lo exagera, ignora algunas partes, y al final lo distorsiona.

Ahora, piensa en lo que haces cuando te sientas a preparar un sermón. Abres tu Biblia. No tienes mucho tiempo. Es probable que tengas una reunión o dos esta noche. Es posible que tengas que guiar a alguna familia o a alguien del personal. Ciertamente tienes las manos llenas de trabajo pastoral. Sin embargo, tienes que decir algo el domingo. Así que empiezas a leer tu texto y a anotar cosas en tu ordenador, al igual que un artista interactúa con un lienzo; trazando conexiones rápidas, llenas de color entre la Palabra y lo que sabes del mundo.

Buscas cosas que sabes que tendrán una impresión inmediata sobre tus oyentes. Empiezas a disfrutar de esta diversión momentánea. No es un trabajo difícil. Pronto surge una idea principal. Contextualizas bien, ya que, al igual que tu congregación del domingo, no te apasionan mucho las cosas históricas. De hecho, tienes este trabajo, en parte, porque fueron impresionados por lo bien que produces mensajes que llaman la

atención, desde el antiguo realismo de las escenas bíblicas, que de otra manera serían inaccesibles. Un estudio detallado del texto puede esperar.

El mensaje de esta semana —al igual que el de la semana pasada— se concentrará en las impresiones relevantes que saques del pasaje. Las aplicaciones parecen emerger como rayos de luz para que puedas esparcirlos sobre la congregación a todo color.

Esta es la predicación impresionista.

Sucede a menudo. De hecho, puede ser el problema más importante que enfrentan los predicadores hoy. La predicación impresionista no es controlada por la realidad del texto. Ignora los contornos históricos, literarios y teológicos del texto. Pasa rozando —en cuestión de minutos— muchas de las herramientas exegéticas que requieren tiempo. Mientras que el pintor realista podría mirar a su objeto diez veces antes de dar una pincelada, el impresionista mira su texto una vez y da diez pinceladas en el lienzo de la experiencia humana.  Así es, también, el predicador impresionista.

No hay duda de que la predicación impresionista es más fácil y rápida. Tiene más sentido, dada tu apretada agenda. Pero necesitas saber que, al final, estás haciendo lo que te da la gana con el texto.

Necesitamos recordar la convicción que controló a Charles Simeon en el estudio: sacar de la Escritura lo que está allí. Es fácil dejar que un enfoque impresionista domine tu estudio y preparación para la predicación. Especialmente, si eres intrínsecamente cool —a la moda—, o estás intentando serlo, este enfoque puede convertirse en la cocaína que esnifas en privado. Y si has tenido un poco de éxito así, puede que empieces a creer que eres un expositor. Pero la exposición bíblica requiere un enfoque diferente en el estudio.

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-          David Helm, La Predicación Expositiva (2014), Pág. 19-27, 9Marks. -

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